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divendres, 27 de juny del 2014

"La moraleja del ascensor": sobre "La trampa del mal"

La trampa del mal (2010) John Erick Dowdle
Prácticas para la revista Miradas de cine

Cinco desconocidos se encuentran en un ascensor y a cada apagón, uno de ellos muere. La trampa del mal, Devil en su versión original, es la primera entrega de la trilogía The Night Chronicles, un producto de Night Shyamalan, director de El Sexto Sentido (The Sixth Sense, 1999), El protegido (Unbreakable, 2000) y Señales (Signs, 2002), entre otros títulos de género fantástico con pretensiones trascendentales. El argumento de La trampa del mal no es en absoluto original pero está bien reciclado: negritos y ascensores. La intención es buena y el producto pretencioso. Eso sí: entretiene en una lluviosa tarde de domingo.



La idea original sobre muertes paulatinas de personajes turbulentos es de Agatha Christie (And Then There Were None, 1939), conocida en España como Diez negritos. Esta novela ha sido adaptada al cine insaciablemente, entre ellas: Diez Negritos (And Then There Were None, 1945), de René Clair o Identidad (Identity, 2003), de James Mangold. Pero como a Shyamalan no le caben diez negritos en un ascensor, mete a cinco. Y de ascensores traicioneros ya teníamos en los ochenta El ascensor (The Lift, 1983), de Dick Maas y Vacío (Abwärts, 1984), de Carl Shenkel. Por lo tanto, la originalidad del reciclaje recae en mezclar negritos y ascensores. El responsable de la dirección del proyecto Shyamalan es John Erick Dowdle, conocido sobre todo por dirigir Quarantine (2008), un calco “a la americana” del filme Rec (2007), de Jaume Balagueró y Paco Plaza.

El guión, la parte más penosa del filme, ha sido creado por Brian Nelson (30 días en la oscuridad, 2007) a modo de cuentecillo cristiano-moralizador en base a una supuesta leyenda sudamericana. Una voz en off inicial nos introduce en la historia a modo de cuenta cuentos y capta nuestra atención apoyándose en un conseguido y sorprendente travelling aéreo inicial. El potencial de la película debería sostenerse en la idea de mantener una tensión narrativa en un espacio reducido, amenazador. Sin embargo, la esperada tensión dentro del ascensor no es explotada suficientemente: nunca se tiene una sensación de claustrofobia y la mitad de la película acontece fuera del ascensor. Por ello, la tensión se resiente y se reparte desigualmente a lo largo del filme articulándose alrededor de una penetrante banda sonora, un montaje ágil y los previsibles cortes de luz del ascensor que anuncian los asesinatos.

Los malvados negritos del ascensor de Shyamalan son dibujados como débiles esbozos y son lastimosamente planos. Aunque la interpretación dista de ser mala, el guión y la planificación de las escenas no les permite lucirse. Solo se da profundidad psicológica al traumatizado detective que investiga el caso (Chris Messina) y al omnisciente vigilante de seguridad sudamericano Ramírez (Jacob Vargas) que, para quien se haya olvidado de rezar, recita entero el padrenuestro e instruye al experto detective a cerca de la metodología del maligno.

Quizás Shyamalan debiera haber leído acerca de la ley del contrapaso que tan genialmente expuso Dante en su Commedia y que David Fincher retrata dignamente en Seven (1995), donde el castigo es análogo al pecado. Pongamos la esperanza ya no en Dios, sino en Chris Sparling, guionista de Buried (2010), en cuyas manos recaerá la responsabilidad del guión del segundo cuento de The Night Chronicles.

A modo de los episodios moralizadores de The Twilight Zone (La dimensión desconocida) de Rod Serling, el final de la historia es sorpresivo y cierra bien el cuento. La idea de La trampa del mal es buena y prometedora, sin embargo, la moraleja final del cuento es tristemente inconsistente y decepcionante. Resumiendo, haced palomitas y alquilaros el dvd en una lluviosa tarde de domingo.


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